Cuando sucede un atentado los segundos se paran y ya no vuelves a ser la misma persona

Relato por Lourdes Viedma, CEO de Proyecto Cuidar. Especializada en Cirugía Cardiaca. Perfusionista.

Era otro momento y yo también era otra. Lo único que sé es que lo que nos une a todos aquellos que hemos tenido una experiencia profesional en la atención de un atentado es que nos cambia la vida. Estamos preparados técnicamente, somos equipos de alto rendimiento y sabemos lo que hay que hacer. Lo sucesivo es la gestión del minuto.

Aquella mañana, una gran jefa del área de enfermería me dijo <<Lourdes, baja. Esto no me gusta.>>. Justo después, llegó el 11M. En un atentado, la maquinaria hospitalaria funciona, también los recursos, las personas y lo que sea necesario. Lo que no se ve es lo que se siente. Lo que sentimos, lo que vemos, lo que escuchamos. El dolor, la identificación de heridos, los fallecidos… Una habitación llena de teléfonos que suenan y que sabes que no puedes responder. Personas que estaban haciendo su vida diaria y nunca más lo harán. Familias que aseguran que aquella persona que se encuentra en la UVI es familiar suyo. Y ya son tres familias asegurando lo mismo.

Y entre todo aquello, yo. Sin ir a casa en varios días, sin saber lo que había pasado de verdad fuera, poniendo toda mi vida patas arriba. En mi mente sólo se repetían las mismas palabras: <<¿Dijiste hoy ‘te quiero’? ¿Te dejaste algún beso sin dar? ¿Algún abrazo? ¿Algún deseo sin cumplir>>. No salí en ninguna foto oficial, tampoco me hizo falta. Yo estaba en otra cosa. Con los pacientes, con las familias, comiendo pizza fría con el resto del equipo de enfermería… Aún salen las fotografías, y, son los mismos de entonces, los que siguen dando respuestas políticamente correctas.

atentado amor

¿Qué harías si no tienes miedo?

Ahora, mientras ellos hacen eso, yo estoy haciendo lo que quiero y defendiendo en lo que creo: la atención personalizada, el cuidado a la persona, la profesionalidad. Nunca tuve miedo, o, si lo tuve, fueron pocos minutos. Ya sé reconocer mi miedo. Me duele la garganta y dejo de hablar. Cuando lo reconozco, vuelvo a hacerme las mismas preguntas que hace trece años. ¿Qué harías si no tienes miedo? Desde entonces, he hecho tantas cosas que, en ocasiones, me da vértigo. Entre ellas, crear Proyecto Cuidar. Y, por supuesto, no dejar de dar un beso, de decir ‘te quiero’ y de hacer lo que quiero hacer.

Por ello, dedico estas palabras a todos los implicados en un atentado, a los que les cambia la vida. El dolor de las víctimas, el odio y la venganza de los terroristas, así como la profesionalidad de nuestros compañeros, están unidos para siempre en nuestros cerebros. Sin embargo, nuestros corazones están impresos por lo vivido, y nuestras vidas también.

Que el miedo no nos impida avanzar en el único camino que es posible: el amor y la compasión. 


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