Guía de cuidados: hemofilia

¿Qué es la hemofilia?

Se trata de una enfermedad crónica hereditaria, ligada al cromosoma X. La cual causa un mal funcionamiento en la cascada de coagulación sanguínea. Produciendo, una mala hemostasia en sangrado que normalmente el cuerpo sabría controlar. Existen varios tipos dependiendo de cuál de los factores de dicha cascada, sea el deficiente. Encontramos hemofilia A y B, con alteración del factor VIII y IX respectivamente.

Vivir con la enfermedad

Se calcula que aproximadamente 2.500 personas en España padecen hemofilia y un 14% de estas personas, tiene menos de 14 años. El jefe de la Unidad de Coagulopatías del Hospital de La Fe, Valencia, (José Antonio Aznar) estimó que el 84% de los afectados se encontraban dentro del tipo A y solo el 13% padecían el tipo B. En dicho estudio se analizó el número de hemorragias al año que sufrían los pacientes dentro de los grupos de gravedad. Aquellos cuya gravedad era leve presentaban 1,37 hemorragias al año, lo moderados 3,72 y los graves 5,57, o lo que es lo mismo una hemorragia cada dos meses. Actualmente, existe un tratamiento que ha evolucionado y mejorado a lo largo de la historia. Se trata de la administración del factor deficitario, bien a demanda o marcado en el tiempo y para toda la vida. Estos factores, pueden obtenerse de manera natural, en el humano derivadas de donaciones o bien ser creadas de manera artificial. Ambas están dando muy buenos resultados.

Enfermería y hemofilia

Como enfermera, tenemos un papel importante dentro de esta enfermedad. Ya sea como investigadoras, educadoras o de manera asistencial. Es de vital importancia, ya que se trata de una enfermedad hereditaria, realizar una atención precoz en la población pediátrica, incluso antes del nacimiento. Utilizando un análisis genealógico de la madre, una buena planificación familiar y realizar junto con otras técnicas más invasivas un diagnóstico prenatal. Una vez que han puesto nombre al diagnóstico, comenzara la etapa educacional, en enseñaremos a los padres a vivir con un niño hemofílico y a prevenir los acontecimientos que desencadenen una incapacidad a largo plazo. Las complicaciones a largo plazo dentro de esta enfermedad, vienen derivadas de las alteraciones musculoesqueleticas. Los traumatismos producidos en las articulaciones, como tobillos, rodillas o sacro con su correspondiente sangrado incontrolado. Producen mal adaptaciones por dolor, artritis e incapacidad de realizar el movimiento completo de la articulación. hemofilia

El papel de la enfermería

Por eso, la enfermería juega un papel fundamental y es que aparte de realiza la técnica correcta del factor de coagulación deficiente, es capaz de dirigir junto con otros especialistas la rehabilitación de la articulación afectada. Con ejercicios técnicas como, administración de analgésicos para realizar los ejercicios sin dolor, ejercicios isométricos e isotónicos, hidroterapia, crioterapia, cinesiterapia o electroestimulación. Por otro lado, hay que educar y formar a las familias cuando se produzca una hemorragia o un traumatismo. Explicando de manera teórica y práctica las actuaciones para evitar un riesgo vital en las diferentes etapas de la vida. Además, serviremos de apoyo emocional, incluiremos ejercicios de manejo de la ansiedad y técnicas de autocontrol. Actividades en educación para la salud, tales como:

  • Educación nutricional y fomento del ejercicio, evitando los deportes de contacto. Para fortalecer la musculatura y prevenir lesiones.
  • Realizar talleres adaptados a niños para poder disfrutar del juego. Como avisar a responsables, mientras no estén sus padres o bien saber identificar que juegos son peligrosos para ellos.
  • Informar sobre las técnicas de enfermería y pruebas diagnósticas que supongan un riesgo. Como analíticas de sangre arteriales, cura de heridas o técnicas más invasivas. Y puedan reconocerlas para hacerlo saber al profesional que lleve a cabo la práctica.

Como se puede comprobar, la acción enfermera dentro de esta enfermedad no solo se centra en lo asistencial. Sino que se establecerá una relación de confianza a lo largo de la vida del paciente. Estando a su disposición y fomentando junto a ellos el autocuidado en todas las etapas de la vida.


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Parkinson: Cuando tiembla la vida

Cuando tiembla la vida.

La enfermedad de parkinson es un trastorno neurodegenerativo, crónico e invalidante. Esta enfermedad afecta a más de 160.000 personas en España. Y el 10%, presentan la enfermedad en estado avanzado. Se trata de una patología compleja que cursa una serie de síntomas motores (lentitud de movimientos, temblor, rigidez, inestabilidad postural). Así como no motores (trastornos del sueño, estreñimiento, problemas visuales, respiratorios, urinarios, cognoscitivos o problemas psicológicos). Suelen aumentar en número y gravedad con la progresión de la enfermedad. Se caracteriza por la pérdida (o degeneración) de neuronas en la sustancia negra. Esta pérdida provoca una falta de dopamina en el organismo, una sustancia que transmite información necesaria para que realicemos movimientos con normalidad. La falta de dopamina hace que el control del movimiento se vea alterado, dando lugar a los síntomas motores típicos como el temblor en reposo o la rigidez. Se trata de una enfermedad crónica de gran complejidad que no sólo tiene un efecto en el paciente, sino también en la familia y cuidadores. El abordaje multidisciplinar del paciente según el estadio de la enfermedad forma parte que éste tipo de patología.

parkinson

Parkinson y enfermería

Este mes se publica en la revista Neurology los resultados de un ensayo clínico randomizado en el que analizan precisamente este punto. En este abordaje multidisciplinar la enfermería es parte fundamental en seguimiento del paciente.  En el modelo de cuidado crónico sobre los pacientes con enfermedad de parkinson, el conocimiento y la especialización en todo lo referente al manejo de la enfermedad, la enfermería es la clave para un afrontamiento eficaz de la enfermedad. Estos pacientes precisan de una adherencia al tratamiento, de un seguimiento de los síntomas motores y  no motores así como de prevención y atención de las caídas. Los cuidadores y familias necesitan conocer cómo manejar los síntomas motores (rigideces, temblores) así como de los efectos secundarios de los tratamientos farmacológicos. Además del afrontamiento emocional del impacto que supone ésta enfermedad en el paciente y su familia.

Es preciso identificar las necesidades en cada etapa de la enfermedad y recomendar que los pacientes sean atendidos por otros profesionales como fisioterapeutas o terapeutas del habla (logopedas). La enfermera también trabajará como educador, formando a los pacientes y a sus familiares en la atención sobre la enfermedad, su tratamiento y su impacto en la actividad cotidiana. La presión sobre el cuidador principal aumentará a medida que la enfermedad progrese. Por tanto, es importante tener un acompañamiento con el que se irán afrontando los cambios.

Paciente y familia

El objetivo en la enfermedad de parkinson es mejorar el pronóstico a largo plazo de la enfermedad y ayudar a disminuir el impacto en la vida diaria del paciente y de sus familiares. Esto significa crear las mejores condiciones posibles para que tanto los pacientes como sus familiares disfruten de la mejor calidad de vida posible. Así como que aumente la sensación de control sobre la enfermedad, capacidad para llevar una vida independiente y la posibilidad de realizar un auto-cuidado. Cuidar al cuidador es también igual de importante. Convivir con los cambios que supone ésta enfermedad, compaginarlos con la vida diaria, asumir la responsabilidad de la medicación y sus efectos secundarios. La comunicación será vital para mantener una buena gestión emocional en todo momento, y así reducir tensión según la fase de la enfermedad. La comunicación, la educación y el seguimiento son los factores clave para afrontar la enfermedad de parkinson.


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Síndrome del rol del cuidador: qué es y cómo afecta

¿Conoces lo que es el síndrome del rol del cuidador?

El rol del cuidador es aquel en el que se encuentran aquellas personas que cuidan, de manera informal, a su familiar sin recibir remuneración o compensación económica. En definitiva, cuidar o asistir a cualquier persona que padezca cualquier tipo de discapacidad, minusvalía o incapacidad, provocando esto una dificultad o impedimento para lograr un desarrollo normal de la vida diaria y relaciones sociales.

Cuidar a un familiar que padece una enfermedad es algo que se ha visto incrementado durante los últimos años. La responsabilidad cuando cuidamos es natural e intrínseca. Las familias son las encargadas, de manera significativa, del cuidado de esa persona con dependencia. Sin embargo, nos supone un gran esfuerzo tanto vital como emocional. Adquirir este rol como cuidadores puede tener repercusiones en uno mismo si no es gestionado de la manera adecuada.

Habitualmente, es un papel realizado por la mujer (esposa/hija) que realiza los cuidados de forma voluntaria y sin remuneración. Sus funciones varían desde el apoyo social al económico, afectivo y/o asistencial. Esta responsabilidad puede ser asumida de dos formas: bien de manera voluntaria, o, por el contrario, por no tener otra alternativa al poder gestionar la enfermedad del familiar. En este último caso, suele ser por no poder pagar a otras personas o instituciones por la realización de estos cuidados.

rol del cuidador

Los sentimientos del cuidador

Por todo esto, los cuidadores pueden experimentar: agotamiento, amor, ansiedad, culpa, dolor, frustración, ira, miedo, tristeza… Así mismo, también pueden experimentar una disminución de la autoestima y satisfacción por el trabajo realizado. En definitiva, un sinfín de sentimientos que van desde lo positivo o a lo negativo en función de la situación en la que se encuentre el cuidado al asumir este rol. Con asiduidad significa un cambio brusco y notable para el que el cuidador no está preparado.

Dentro de los factores asociados a esta carga nos encontramos: la edad (del cuidador como de la persona cuidada), el parentesco, los hijos a cargo, las horas diarias dedicadas al cuidado, la disminución de la actividad social, la ayuda de otros miembros familiares… Y las razones por las que decidimos encargarnos de esa persona. Los principales síntomas de alerta del síndrome del rol del cuidador son:

  • Abuso de sustancias (alcohol, tabaco…).
  • Agotamiento (físico y mental).
  • Aislamiento social.
  • Alteraciones del apetito.
  • Depresión y ansiedad.
  • Labilidad emocional (cambios de humor).
  • Problemas cognitivos (falta de atención, memorización…).
  • Problemas laborales.
  • Trastornos del suelo.

Atender las 24 horas del día a la persona enferma supone una carga general que necesita ser eliminada por el cuidador. Mediante ciertos momentos de desconexión, es necesario abandonar el rol y pasar de ser cuidador a cuidarse a uno mismo.


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