Este año el invierno va ser duro y María lo sabe. Desde hace dos años, la visito una vez al mes, para realizarla seguimiento de enfermería. Valoro sus constantes, la medicación que toma, cuando la toma y si es fiel a sus revisiones. Hace un año tuvo una “mala caída” en casa y se rompió el brazo. Perdió su independencia de golpe. Su familia, que la quiere, no dudó en apoyarla con un equipo de cuidadoras excepcional. Desde entonces, revisamos la movilidad del brazo y la evolución de la fractura. Se ha convertido en su mayor reto, volver a tener la autonomía que tenía.

Sin embargo, María se siente sola. La pandemia COVID se lo está poniendo complicado. Sin ver a su familia, sin visitas y con una compañía que, aunque haga lo mejor para ella, no es de su elección. María escribe sus incidencias, y me las cuenta cuando voy. Día a día, en su cuaderno de cuadrículas, describe cada evento de su vida, con la mejor caligrafía, sin perder un detalle.

A mí me interesa si toma la medicación o si tiene estreñimiento y a ella lo que la importa es… enseñarme sus cuadernos de escritura, para sentirse leída, escuchada, acompañada. Aunque su cuerpo no la acompaña, su nivel cognitivo es excepcional. Revienta todas las escalas de valoración, y  lo único a lo que teme… es a la soledad.

La soledad, el sentimiento que más preocupa a los mayores

Lo cierto es que la soledad es un sentimiento que preocupa mucho a los mayores. Según la encuesta realizada por el IMSERSO, en 1995, los mayores señalaron la soledad como el problema de carácter no físico que más les preocupaba y esto sigue preocupando, pues en un estudio más reciente se observa que un 22% de las personas mayores describió la soledad como un sentimiento doloroso y temido.

Imagina una ciudad vacía, en la que acudes a un domicilio a realizar una vista de enfermería. Un salón clásico, con adornos de película antigua, con olores antiguos… Descubre allí a María, entre su cuaderno, sus recuerdos, fotos de la familia que no está presente. Se me olvidan las escalas de valoración y por mi cabeza sólo se cruza una pregunta: ¿Cómo puedo ayudarla a salir de éste bucle de miedo enmascarado en rabia por todo lo que está sucediendo en su vida?

¡Eureka! Lo tenía delante de mí, y me costó descubrirlo. Yo tenía mi discurso de enfermera a domicilio: perfiles de soledad, aislamiento, escalas Lubben… Tan sencillo y tan fácil cómo dejarla hablar, dejarla enseñar sus notas y en un click, proponerla escribirme su historia mes a mes. No sólo lo que la sucede, si no también sus sueños. Escribirme una historia de lo que quiere que la suceda: moverse mejor en primavera, tener un día libre sin cuidadora en el próximo mes…

Y, os puedo contar, que sus historias escritas se cumplen. Que sus proyecciones mentales las deja en las cuadrículas y poco a poco sale de su aislamiento, a golpe de bic. María ya mueve su brazo cómo nunca pensó, y yo estoy como loca por ir a verla la próxima semana para saber cómo ha pasado su primer día sin cuidadora. Me lo escribió hace meses y ahora es una realidad.

La escritura creativa sana; y María no sabe lo que es, sin embargo, ella escribe, escribe y escribe en su cuaderno…


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